Nadie  sobra en este intento.

Cada palabra, cada gesto, cada idea es necesaria.

Rodrigo González.

Se acabó el verano, las vacaciones, ese tiempo que tanto hemos deseado disfrutar,  y nos embarcamos en el triste discurrir de la monotonía diaria. Y lo hacemos como si eso fuera algo positivo para nuestra vida. Por eso es frecuente oír que con la vuelta al colegio regresa la rutina a nuestra  vida. Pareciera que necesitáramos tener una vida aburrida, repetitiva y cuadriculada. Y que esa rutina nos la da la vuelta al  colegio.

 ¿Quién ha decidido que eso debe ser así? ¿Por qué asociar el colegio con la monotonía? ¿Quién ha dicho que volver al colegio no es emocionante? ¿Alguien piensa que aprender es “rutina”?

 Por supuesto que somos capaces de convertir estos meses en un tiempo aburrido, sin más interés que desear la llegada pronta de las nuevas vacaciones. Pero si algo sabemos los que nos dedicamos a esto de la enseñanza, es que aprender es una aventura que exige, entre otras cosas, adentrarse por la senda del  riesgo, de la incertidumbre que proporciona lo desconocido, con ganas de descubrir lo oculto, con el espíritu dispuesto a la sorpresa.

 Nunca hay un curso igual al anterior (con reforma o sin ella) y, también lo sabemos, nunca será igual al próximo. Menos mal: eso nos salva.

El edificio, los compañeros, los maestros, el conserje, los libros, el patio… casi todo permanece inalterable. Y aunque sea nuevo parecen ser los mismos de siempre. Y sin embargo, este año, otra vez, se producirá la magia y nada será igual, todo será nuevo.

 ¿De verdad creéis que la vuelta al colegio trae la rutina?

 Porque no queremos aburrirnos en el colegio, porque no queremos que todos los días sean como el anterior, porque nos gusta un colegio vivo… demos entre todos una patada a la rutina y apostemos, decididos, por la aventura arriesgada de aprender.

De nosotros depende.

ANTONIO SASTRE RUBIO